sábado, 9 de noviembre de 2013

MANERAS DE VIVIR EL AMOR.  EL DESENLACE FINAL


Los llevó con la rapidez permitida que les pareció a los dos un siglo, pero de los de antes que duraban 100 años pero muy lentos. En lo más alto de la ciudad en un espectacular hotel todo exteriormente de piedra, como si de un castillo medieval se tratara paró por fin el transporte. El había reservado una suite con una espléndida terraza con vistas a toda la ciudad que ella desconocía. Al llegar a la recepción cogió la llave electrónica y se fueron directamente a los ascensores sin volver la cabeza. No se dijeron nada, miraban al techo del ascensor y también les pareció lentísimo hasta que el sonido de una campanita nuevamente, les indicó que estaban en su planta, la última para más detalle. Al salir del ascensor y pisar la moqueta ella se quitó los zapatos y cogidos con la mano izquierda marchó hasta la puerta de la habitación detrás de él. En ese momento se volvió y colocándose la tarjeta en la boca la cogió en brazos y le ofreció la llave para que ella abriera. La introdujo en la ranura y al abrir en el conmutador de luz quedando toda la suite encendida. La llevó hasta la terraza donde la dejó en pié delante de las preciosas vistas, toda la ciudad a sus pies y el mar con reflejos multicolores de luces reflejadas en el.
Se apoyó en la barandilla y dejó su espalda mirando con descaro hacia la habitación. Se quitó toda la ropa y abrazándola por detrás le dio ese calor que por la hora y la brisa necesitaba, ella notó su desnudez y también notó que con un poquito de torpeza desabrochó el cuello de su vestido que cayó de golpe al suelo. Comenzaron un ronroneo y caricias mientras miraban al mar, rozó sus costados y sus pechos acariciando los pezones que estaban duros como eso, como pezones y con un gesto imprevisto pero buscado por los dos y con ambos cuerpos moviéndose suavemente entró dentro de ella con una leve presión y una gran sensación, la humedad era externa e interna y ya fuera por lo aguantado o por el inmenso deseo vio pronto como se iluminaba el horizonte y le temblaban las piernas. Acababa de comenzar una noche interminable.
La trasladó a la cama también en brazos y la dejó cariñosamente en la misma, se fue al extremo de la cama y comenzó a acariciarle los pies chupando sus dedos uno a uno mientras masajeaba las plantas con habilidad y placer en vista de los gruñidos de goce que con satisfacción emitía. Tras un tiempo indeterminado subió acariciando sus piernas, sus glúteos y su espalda hasta llegar al cuello donde se abrazó a ella que dio un giro y se subió en él, ambos se sentaron en la cama en un abrazo sincero, sentido y agradable, por primera vez se miraron de cerca y se enlazaron en un beso que les duró toda la noche, con sus tiempos muertos como en baloncesto pero con la misma intensidad. Hicieron el amor de mil maneras que  así es como se denomina el coito, arriba, abajo, de lado, del otro lado, en el suelo, en la mesa, en la cama también, hasta que el cansancio y la extenuación los sumergió en un dulce sueño sin necesidad de pastillas ni ostias, abrazados y acariciándose mutuamente.  Ya se veía a lo lejos el despertar del día cuando sus ojos comenzaron a cerrarse.

Un rayo de luz fuerte que le golpeó en la cara le despertó y vio horrorizado como su reloj marcaba las ocho y media, llevaba solo algo mas de una hora dormido y alargó el brazo para despertarla y solo se encontró el frío y vacío espacio donde ella debía de hallarse. Se levantó precipitadamente y observó como no estaba en la habitación y halló restos de una ducha anterior. En un papel del hotel una escueta nota decía: “Te avisé que los jueves hay que trabajar”. Un agua rápida para despejarse y salió corriendo a la recepción donde entregó la tarjeta para pagar y pidió un taxi urgente que lo llevó hasta su coche aparcado cerca del restaurante. Durante el camino recordó todo lo vivido esa noche y lo increíble que fue, estaba impactado, contento pero a la vez falto de algo.

Aquella mañana ni pudo desayunar por el agobio del trabajo preparó un viaje inexcusable que a última hora le salió y se marchó a seguir trabajando en su casa.

El viernes azaroso y esperanzado en verla acudió a desayunar y su desilusión fue absoluta al no acudir ella. El fin de semana lo pasó en las nubes y dando vueltas por toda la ciudad  para ver si la veía, se acababa de dar cuenta que no sabía nada de ella ni su nombre tan siquiera.

El fin de semana para ella fue de internamiento absoluto en su piso, mirando al cielo y recordando la noche pasada con aquél hombre del que no sabía ni su nombre. Estaba asustada y no conseguía dominar sus sentimientos, sobrepasaban en mucho cualquier otro que hubiera tenido antes y de los que había salido escaldada siempre.  No sabía como denominarlo y tampoco cual sería la reacción al volverle a ver. Durante toda la semana acudió a desayunar al mismo sitio y se sintió de lo más defraudada, compungida y afectada de lo que podría imaginar al no verlo, preguntó a los camareros y no supieron darle ninguna referencia, solo que también les extrañaba no verlo. Eso es por mí, no quiere verme, me esquiva.

Aquél sábado él cogió su bicicleta, estaba solo pensando en ella y se fue a dar un recorrido por el paseo,se sentía muy raro e incapaz de dominar sus sentimientos.

Aquél sábado ella cogió su bicicleta, estaba solo pensando en él y se fue a dar un recorrido por el mismo paseo, se sentía muy rara e incapaz de dominar sus sentimientos.


Se sentó mirando al mar y absorto en uno de aquellos eternos besos que no olvidaba oyó a sus espaldas un: “hace un día excelente”. De un salto se levanto y se miraron con sed, con deseo, con alegría y ambos comenzaron a hablar entrecruzándose las frases, nerviosos y aturrullados.

No se ni como te llamas ni tu teléfono ni donde trabajas ni nada de ti, no podía localizarte, estaba de viaje……….. Ella le mandó a callar llevándose el dedo índice a los labios y le dijo: “¿No vas demasiado deprisa?” antes debemos conocernos mejor no te parece. Vamos a dar una vuelta, vale, comemos juntos, si, pero…en un chiringuito, mejor.

Se alejaron por el paseo  y conforme se alejaban en el espacio se acercaban en un punto infinito hasta verlos en el horizonte formando un solo punto.

Yo creo que se habían enamorado.



   

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