EL
COLEGIO ERA ALGO MUY ABURRIDO
El colegio era algo muy
aburrido, más que aburrido tenebroso. Frío, oscuro y triste.
Las galerías que
circundaban parte de él se iluminaban con la luz que entraba por sus
ventanales, fuerte por la mañana, apagadas a media tarde y oscuras, muy oscuras
por la tarde- noche de los eternos inviernos y solo se iluminaba con unas
amarillentas luces tan espaciadas que no permitían ver más allá de siete u ocho
metros.
Las aulas con pupitres de
madera roída, lijada y relijada, barnizada y rebarnizada, reparadas hasta en
sus más escondidas tablas eran el calabozo donde éramos encerrados durante
horas cual presos en galeras rompiendo los deseos y sentimientos de unos niños
que querían desahogar sus más fuertes instintos naturales de correr, gritar,
jugar e incluso evacuar sus vejigas.
Ante tan espantoso
escenario de adiestramiento y doma de pequeños salvajes solo nuestra imaginación
volaba por tejados, montes y mares, se soñaba despierto y entonces “estabas en
Babia” y eras duramente reprimido con castigos de inmovilización en pasillos o
sin ese preciado bocadillo que en medio de la mañana despertaba nuestras
papilas gustatorias y con el estómago lleno apaciguaba nuestros instintos mas
naturales.
Del negro del hábito al
negro del ambiente solo quedaba un color, el gris del ronco sonido de unas
palabras perdidas que ni nos interesaban ni queríamos oír.
Todo era malo y todo
prohibido, éramos malos y condenados de nacimiento y el terror de una religión,
la única verdadera, era inculcado en nuestras mentes como principio y fin de
todo.
El aprendizaje se hacía
algo odioso, entraba con dolor y salía con desprecio, solo se agradecía el
haber aprendido a leer y escribir y poder devorar lo escrito por quienes habían
volado antes que nosotros por mundos desconocidos que transmitían en papel sin
dolor, con plena libertad, eran ese rayo de luz que iluminaba nuestras mentes y
alimentaban nuestros conocimientos. Lectura… hermosa lectura donde fuimos
libres por primera vez y con la que conocimos ese otro Universo tan oculto para
muchos.
La salida del colegio era
una estampida humana provocada por la explosión de emociones reprimidas durante
horas, contención contra natura de espíritus en pleno desarrollo que precisaban
de ellas para vivir. Atrás quedaba una aburrida, tenebrosa, fría, oscura y
triste jornada que se repetiría durante años.
Gracias a la naturaleza en
gran parte conseguimos olvidar casi todo lo malo, conservando los pocos buenos
recuerdos que entre tanta oscuridad vivimos.