miércoles, 6 de noviembre de 2013



Maneras de vivir el amor 3ª parte




Al volver a la mesa con una mirada pícara y dominante abrió su pequeño bolso de mano y extrajo un tanga del mismo color del vestido, se lo colocó a su lado y le dijo: “Ahora te toca a ti comprobar si había algo de mas, también muy especial que te pudiera sorprender”.

Lo cogió nerviosamente y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta que se quitó y colocó en el respaldo de su silla porque le quedaba muy lejos el perchero que adornaba la estancia y el calor que le subía por todo el cuerpo le impedía moverse más allá de un metro.  La campanilla que estaba sobre la mesa para llamar al camarero la movió suavemente hacia el centro. Miró hacia todos los lados y fijamente a los ojos de aquella desconcertante mujer que esbozó una leve y picarona sonrisa y discretamente se agachó y se introdujo a cuatro patas  bajo el mantel de la mesa. 

El primer sentido que se despertó en él fue el del olfato, por ese olor a limpio que despedía su piel, que comenzó a recorrer con sus manos, una en cada pierna, por las pantorrillas hasta llegar al hueco posterior de las rodillas, lo que los médicos denominan hueco poplíteo y que es sumamente excitante para quién siente un ligero roce sobre las mismas, suavemente acarició sus rodillas y la parte externa de ambos muslos llegando “doucement” (suavemente) hasta los glúteos que agarró y trajo hacia sí con suavidad. Ella abrió el camino hacia la cara interior de sus muslos que recorrió con los labios con pequeños mordisquitos entre beso y pellizco y a veces rozándole simplemente con los dientes y la lengua. Cuando llegó a la confluencia de ambas piernas apreció un aroma a feromonas agridulce, limpio, excitante y que lo llevo a acercar primero su aliento y luego su boca a unos labios hinchados, carnosos y húmedos que lamió con cuidado y suavidad, separándoles con la lengua  y libando de ese licor natural y enloquecedor de los sentidos..  en varias ocasiones sintió una contracción violenta de ambas piernas con unas discretas convulsiones que le dejaron sumergido y casi sin aire durante unos eternos segundos en lo mas profundo de aquél golfo nocturno bañado del mas cálido aliento con sabor a mosto submarino a olas a bajamares a…en ese momento golpeó con la cabeza en la mesa, la campanilla se cayó y sonó, el camarero acudió y oyó una voz suelta y puntual emitida por ella:”Agua por favor”. Alguna marca? Francesa por favor. Mientras él sudaba de calor, excitación y nervios.

Ella miró discretamente hacia la puerta cuando él se sumergió en el submarino de aquella mesa y observó como las grandes hojas caladas de los macetones, sobre todo el que estaba en la  columna justo delante de su salón tapaban cualquier mirada indiscreta al interior y sugerida por una pequeña tracción de las manos apoyadas en sus nalgas se relajó, apoyó su espalda en el sillón y sus brazos en los reposaidems del mismo, ligeramente recostada y con los ojos cerrados sentía el juego erótico entre sus piernas mientras el pianista se esforzaba con “bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez”. No recuerda el tiempo que pasó, tuvo que coger una servilleta y llevársela a la boca como silenciador de los gemidos que se le escapaban sin darse cuenta, la mordía con fuerza y notó el calor que le recorría por fuera y por dentro, disfrutaba del momento que le parecía algo singular, nunca hubiera pensado que podría hacer lo que estaba haciendo y se dejó llevar por los sentidos hasta que  sintió un orgasmo que convulsionó todo su cuerpo y con el que casi ahoga al pobre pez en su pecera que de un cabezazo tiró la campanita y casi todo lo que había en la mesa. Se sentía mojada por todas partes y le pasó la servilleta bajo el mantel para que la secara y se secara la boca. 

Mientras le pasaba una servilleta por debajo del mantel con lo que retiró todos los efluvios que habían emanado de los cuatro labios cogió del bolsillo de su chaqueta el tanga azul y cuidadosamente se lo colocó, esperó hasta que sirvieron el agua  y atuzandose el corto pelo que llevaba se sentó en su silla, la miró y apreció el sonrosado aspecto de sus mejillas y el brillo que un discreto sudor parecía haberle maquillado todo el cuerpo, el notó que tendría el mismo aspecto y los labios mas rojos de lo normal. Bebió un trago de Perrier y  hubo un silencio cómplice de relajación y conformidad con lo ocurrido. Una locura.

Con la campana vino el primer mini plato de huevas de oricio sobre algas y acompañadas de un vino blanco Picpoul de la Camarga francesa, pero ya lo de menos era la comida. Cuando habían consumido aquel plato que en otras circunstancias hubiera sido objeto de infinitos comentarios, sirvieron un pequeño sorbete de lima, guayaba y papaya, lo supieron por el comentario del camarero al que por primera vez miraron a la cara indagando cualquier gesto que denunciara algo indiscreto en él.  El segundo mini plato fue un carpaccio de solomillo de Kobe perfumado con un aceite israelí que aseguraba el maître era del huerto de los olivos con olivos de mas de dos mil años, perfume de aceitunas negras y jengibre del mismo origen esto regado con un vino español Rivera del Duero Reserva especial Alión del año ochenta y tantos que se lo sugirió el soumelier. El postre fue una jaula de chocolate negro en cuyo interior había un bombón de canela y una pequeña línea de menta que insinuaba algo para él, recién comido.

¿Va todo bien?, ¿Y tú que crees?  Se  preguntaron los dos los mismo y se contestaron igual, es una noche perfecta y acaba de empezar. No pidieron ni una copa para rubricar la cena, se permitieron un chupito de un licor de la casa y solícitamente entregó la tarjeta para el cobro y pidió un taxi. Había preparado una segunda parte de la cena por si ésta devenía en situaciones de mas acercamiento, vamos que tenía preparada una habitación en un hotel por si había polvo de postre.

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